nos bebíamos el tiempo a toda prisa.
Tú te ibas a un mar distinto,
yo me quedaba en el de siempre.
Pero antes de que acaben los días que me han sido dados,
te habré buscado tantas veces,
-encontrándote todas-
y habremos caminado de la mano
por las calles
de cualquier ciudad que no nos conozca.
Tantas veces tú, tantas veces...
todo es inevitable.
Que bajes la mira: te rindas a la mía.
Que pronuncie tu nombre cuando estoy a solas,
como un secreto que nadie conoce.
Que amanezcas en mí, siempre en mí,
en una nueva epidermis. Que consumas
ávidamente, cada uno de mis suspiros
y ni siquiera seas consciente.
Todo es inevitable
hasta que muera y
mi cuerpo sea polvo gris
entre la arena de alguna playa desierta.